Opposites (Biffy Clyro): Respirad, no todo está perdido

biffy-clyro-oppositesDebo confesar que me daba mucho miedo que Biffy Clyro publicara un disco doble. Después de la demencia absurda de The 2nd Law (Muse), ya habíamos tenido bastante grandilocuencia injustificada en los últimos meses. Así que cuando, el día 23, El País colgó en streaming el trabajo del trio escocés, tuve mis reparos a la hora de darle al play. Pero lo que allí encontré me sorprendió. Aquello no sonaba grandilocuente. ¡No era pretencioso! Por fin alguien publicaba en este siglo un disco doble que no fuera innecesario. Una vez que ese alivio se fue esfumando, saqué otras conclusiones:

1) Partamos de que Opposites es un buen álbum. Pero quizá hubiera funcionado mejor como dos discos publicados por separado, ya que la patada en el estómago que es el sonido de Biffy Clyro se difumina notablemente con una publicación tan larga. No digo la fórmula que han utilizado los desnortados Green Day (¿a qué juegan desde American Idiot?), pero sí dos discos independientes. Porque no hay ninguna relación entre las dos partes, puede ser que porque no la buscaran. Simon Neil, cantante y guitarrista, ha dicho que, líricamente, los dos discos son opuestos: «el primero trata de poner las cosas en el peor punto de vista posible y pensar que estás en un agujero; el segundo mira las cosas de forma más positiva». Que cada disco tenga un nombre –The Land at the End of Our Toes el primero y The Sand at the Core of Our Bones el segundo- es el indicio más palpable de que Neil también concibió en algún momento que eran discos separados.

2) Qué buenos instrumentistas forman Biffy Clyro. La producción de Garth Richardson (Rage Against The Machine, Red Hot Chili Peppers) es muy buena, pero no habría valido de nada sin los hermanos JohnstonJames al bajo y Ben en la batería- y Simon Neil, que forman una banda que mezcla  el hardcore (más presente en sus tres primeros discos), el punk-rock y el rock progresivo. Si esta mezcla no resulta insoportable es porque los tres son maestros en sus instrumentos. Sobre todo Neil, uno de los mejores guitarristas de la actualidad. No solo tiene técnica, su estilo es una extensión de su voz. ¿O es su voz una extensión de su guitarra? Difícil de saber.

3) Opposites está lleno de grandes canciones. La mayoría siguen la senda de Puzzle (2007) y Only Revolutions (2009), el single, Black Chandelier es una muestra de qué es el álbum, la mezcolanza de estilos a que nos tiene acostumbrados Biffy Clyro: empieza lenta, con los tres cantando, y poco a poco va convirtiéndose en una melodía excelente. Y cuando parece que va a terminar, Simon Neil se acuerda de lo gran guitarrista que es. Comienza, entonces, su show. Opposite The Thaw juegan con las mismas armas y obtienen semejantes resultados. Spanish Radio te hace preguntarte si así es como el mundo anglosajón cree que suena la radio en España. El soniquete de trompetas suena al principio y parece un divertimento, pero es al final de la canción cuando te das cuenta de que es la clave, lo que da profundidad. Todo muy bien tocado y cantado. Y cuando parece que Opposites no aporta ninguna novedad sonora a lo que ya sabíamos, suena Trumpet Or Tap, con esa reminiscencia bluesera en la guitarra y en la batería. Neil también comienza a cantar como si fuera Muddy Waters. De pronto parece pensar que Biffy Clyro no es eso, y vuelven a lo suyo. A la mitad de la canción se pregunta: ¿esto no era un medio tiempo bluesero? Y vuelve a aparecer su -desconocido- lado crooner. Biffy Clyro es de las pocas bandas, ahora mismo no se me ocurre ninguna otra, capaces de tocar mil cosas en una canción y que esta suene coherente y sincera.

4) En el mundo del rock se suele identificar la parte más floja de la discografía de un grupo con la frase: «Ahí se volvieron más comerciales. Se vendieron». Bien. La frase separa el mundo del independentismo musical del mundo de vender millones de discos. Lo que los separa es la coherencia, lo sinceros que son los discos, la sangre que emanan. Este siglo nos ha dado muchos ejemplos que respaldan esta frase: Kings Of Leon, The Strokes, Franz Ferdinand…Pero una vez que escuchas a Biffy Clyro te das cuenta de lo estúpido de la frase. Cualquiera de los grupos antes citados no han cambiado ni la décima parte de lo que ha cambiado la banda escocesa desde Blackened Sky (2002). Aquel disco era una descarga de post-hardcore, Simon Neil aullaba a su guitarra y su guitarra aullaba a la voz de su amo. Desde Puzzle (2007), el trío ha dejado de gritar, sus melodías son más de estadio que nunca y su música es más accesible (fácil de digerir para estómagos sin paciencia). Pero en este camino, Biffy Clyro no ha bajado ni un ápice la calidad de sus trabajos. Cuántos dolores de cabeza y búsquedas de respuestas inútiles (¿qué le ha pasado a Muse? ¿Y a The Strokes?) nos evitaríamos  si todas las bandas viraran así.

Santini Rose